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Así lo hice: Cómo me levanté del dolor y renací en mi divinidad

Publicado por Soy Zid el 6/29/2025

Así lo hice: Cómo me levanté del dolor y renací en mi divinidad

Durante mucho tiempo, el silencio fue mi único refugio. Un silencio que guardaba gritos, que escondía lágrimas, que ocultaba memorias difíciles de nombrar. Fui una niña que sufrió abuso sexual, una mujer atrapada en relaciones tóxicas, y más adelante, una mujer junto a un hombre que quiso desdibujarme lentamente, pero no lo logró.

Hoy no te escribo desde el dolor. Te escribo desde la victoria! Desde el renacer! Desde la divinidad que habita en mí.

No fue un camino corto, ni fácil. El dolor me visitó muchas veces. A veces disfrazado de culpa, otras de vergüenza, otras de miedo. Pero incluso en las noches más oscuras, había una llama interna que nunca se extinguió: mi Fé en Dios. En ese Dios amoroso que no castiga, sino que abraza, que no condena, sino que recuerda, que me dijo, aun en medio de mi quebranto: “Tú eres mi hija. Yo estoy contigo.”

Fue esa fé la que me mantuvo viva cuando todo parecía perdido. Pero no solo viva: me mantuvo atenta, abierta a descubrir quién era yo más allá de todo lo que me había pasado. Porque yo no era el abuso. No era el dolor. No era la víctima. Yo Soy un alma poderosa, luminosa, con un propósito mayor.

Desde muy niña mis dones espirituales me acompañaron para mantenerme en pie, así que, aprendí a escuchar la voz de mi espíritu, esa voz que el mundo calló durante años.

Mi mediumnidad, mi conexión con los ángeles, mi intuición, mi capacidad de sanar a otros… no eran rarezas, eran y son regalos divinos que ahora florecían, justo en el terreno que otros habían intentado arrasar.

Y entonces comencé a creer en mí!!! A confiar en que si Dios me había creado, no podía haber error en mí. Abrace mi historia como un mapa sagrado, no como una condena, comencé a ver mi cuerpo como templo, no como campo de batalla. Acepto y disfruto mi sexualidad desde el placer, no desde la vergüenza, pero sobre todo, comprendi en mi alma que ser mujer es un acto espiritual, un llamado a vivir desde la verdad, el gozo y la abundancia.

Hoy dedico mi vida a recordarte esto: Eres una princesa. Una hija de un Rey. No cualquier Rey, sino uno que reina desde el Amor, no desde el miedo, uno que te trajo a esta Tierra para vivir con plenitud, y no para sobrevivir con culpa, uno que quiere verte danzar, gozar, reír, abrazar tu sensualidad y habitar tu abundancia.

Así lo hice. Y si yo pude, tú también puedes. Estoy aquí para caminar contigo. No como alguien que lo sabe todo, sino como una hermana que ya cruzó el fuego… y descubrió que al otro lado, estaba su corona.